El Pomelo Azul




Era una mañana fresca y silenciosa, apenas los pájaros habían despertado, no le hice caso a mamá y salí sin abrigarme. La puerta que da al patio estaba abierta así que fue fácil salir, en un momento estuve afuera. Miré a todos lados buscando donde ir, el sol estaba muy brillante, tuve que taparme con la mano como si fuese una gorra, corrí unos metros hasta la casa del abuelo, pero me arrepentí. No quería jugar con el abuelo.

      Volví corriendo a la galería, ahí estaba Yaco mirándome desconcertado, era un perro viejo que le costaba caminar y hace mucho que no ladra. Me miraba atento, como siempre lo hace cuando me ve correr, parece que me dice con la mirada no corrás que te podes caer y lastimar la rodilla una vez me pasó eso, estaba corriendo y me tropecé con un juguete que había dejado Thiago, mi hermanito mas chico. Thiago tiene 3 añitos, él no me quiere prestar sus juguetes, así que los uso cuando él está durmiendo. Yo soy el hermano mayor de Thiago, tengo 7 años y voy a la escuela todos los días. Ahora no voy más a la escuela porque estamos en tiempo de vacaciones de verano. Pero me gusta ir a la escuela. Aprendo mucho. Me gustan las matemáticas y la gimnasia, a veces jugamos al fútbol, me gusta mucho jugar con mis amigos, me gusta jugar a la pelota, una vez hice un gol.

El sol me seguía molestando los ojos, así que me refugié debajo de la planta de mandarinas. Mamá decía que era de mandarinas pero nunca tenía frutas. Caminé por la sombra de la planta de mandarina hasta estar debajo de la sombra de la planta de pomelo, esa si que tiene frutas, pero de pomelo, no de mandarinas. Las frutas de pomelo son grandes y pesadas, cuando caen al suelo hacen mucho ruido. Hace unos días hubo muchos rayos y mucho viento y después todos los pomelos quedaron en el piso, eso fue de noche, hacían mucho ruido cuando caían, me despertaron.

      Ahora quedaban unos cuantos pomelos, no muchos como antes, como antes de la tormenta.

-¡Loida, Loida, mirá! ¡Mirá ese nene!

-¿Quien anda ahí? ¿Abuelo, sos vos?

Escuché a alguien que cuchicheaba cerca de mí pero no veía quien hablaba.

-Hola ¿quién está ahí?

Se movían mucho las ramas del pomelo, miré para arriba y solo vi dos pajaritos. No veía muy bien porque entraba algunos rayos de sol entre las hojas y me encandilaban.

-¡Hola! Hola, pajaritos. ¿Pajaritos, qué hacen?

Parecían picaflores, porque se movían muy rápido, eran dos, iban de rama en rama, de rama en pomelo, de pomelo en pomelo. Aleteaban rápido, casi no podía ver sus alas y sus picos. Uno era rojo y tiraba polvitos amarillos, el otro era azul y tiraba polvitos violetas. Me gustaban esos colores. Iban y venían, rápido, muy rápido. Bailaban de un lado a otro, se escondían detrás de un pomelo, yo los buscaba y se escondían en otro pomelo, se reían y yo también. Me hacían correr por debajo de la planta, ellos volaban rápido y yo corría muy rápido para encontrarlos.

-¡Santino! ¿Qué haces ahí abajo? ¡Ojo, eh!

-Estoy jugando con los pájaros, mami.

-Está bien hijo, cuidate y no te lastimes.

-Si, mami.

Mi mami se preocupa por mí, siempre toma mate a esta hora y me da los juguetes de Thiago para que juegue, pero ahora estoy jugando con mis amigos los pájaros, mi mami se metió otra vez a la casa, pero me mira desde la ventana de la cocina.

Ahora estoy buscando a mis amigos y ya no los encuentro, estoy triste, yo quería seguir jugando.

-No estés triste...

Me dijo eso, me dio un beso en la frente y voló a una rama que es estaba cerquita de mi. Era el pájaro rojo, ahora podía verlo más de cerca.

-¿Qué era el polvito amarillo que tirabas mientras volabas?

-Es polvo de azúcar de pomelo, pero yo no lo tiro. Es la planta la que me da el polvito para que queden en mis alas y sean más brillantes ¿Las ves? ¿Ves lo brillante que están?

-¡Qué lindas alas tenés! ¡Que lindas cuando brillan!

De la emoción, aplaudí y reí varias veces. El pájaro también se reía, daba vueltas sobre la rama y aplaudía.

-¡Sos muy alegre! ¿Cómo te llamás?

-Yo me llamo Santino ¿y vos? Vos, no sos un pajarito ¿o si? Los pajaritos no hablan y los pajaritos tienen plumas.

En ese momento, desplegó sus transparentes y brillantes alas. Voló hasta estar muy cerca de mis ojitos.

-¿Crees que soy un pajarito?

El pajarito se reía de algo, yo no sabía de qué. Voló alrededor mío y se reía, se reía mucho y bailaba a mis costados. Yo empecé a reír también, su risa era contagiosa. Mamá me miraba desde la ventana de la cocina.

-¡Loida, Loida! ¡Vení, vení que piensa que soy un pajarito!

Le hablaba al otro pajarito que estaba detrás de un pomelo.

-Hola, vení, vení...- le dije que venga, que venga, que no sea tímida por que se ve que era tímida. Yo antes era tímido, pero después ya no era tímido, ahora tengo amigos, no hay que ser tímidos, hay que tener amigos.

-... vení, vení- y con el pajarito le decíamos que venga y la llamábamos con la mano.

-Loida, Loida, vení, vení, que piensa que somos pajaritos.

Y el pajarito le fue a buscar al otro pajarito detrás del pomelo, le agarró la mano y volvieron. Se pusieron en la rama más cercana a mí. Ahora la vi bien, era el pajarito de color azul, pero ya no tiraba polvitos violetas.

-¿Y tus polvitos violetas? ¿Ya no tenés más?

-Si, aquí los tengo, abrí tu mano.

Yo abrí mi mano y el pajarito voló despacio hacia mí. Voló hasta mi mano y ahí bailó un rato, dio unas vueltas en el aire y agitó fuerte fuerte sus alas transparentes. Recién ahí, comenzó a caer el polvito, violeta brillante, en mi mano...

-Está frío el polvito, me hace cosquillas...

Empecé a reír porque me daba frío y cosquillas en la mano.

-Yo soy Loida ¿Cuál es tu nombre?

-Hola, Loida. Mi nombre es Santino. ¿Qué hacen en la planta de pomelo? ¿Les gusta el pomelo? A mi me gusta con azúcar.

El pajarito azul, que se llama Loida, voló hacia el pomelo más cercano, apoyó sus pies en él, dejó de mover sus alas y empezó a bailar. Bailó un buen rato mientras yo y el otro pajarito mirábamos. Cuando terminó de bailar la aplaudimos. Mamá me miraba por la ventana de la cocina. Loida abrió las alas, voló un poquito, despegando sus pies del pomelo, juntó sus tobillos y abrió los brazos. En ese momento hizo vibrar muy fuerte sus alas y empezó a sonar música, era como un silbido del abuelo y el susurro de una canción vieja, yo empecé a dar vueltas, al son de la melodía. Pero después de varias vueltas me maree un poco. Mamá me miraba desde la ventana de la cocina.

      Loida seguía en el mismo lugar y la música no dejaba de sonar, de sus alas transparentes empezaron a caer en el pomelo, polvitos color violeta, después rojo, después marrón y luego azul, otra vez violeta, después rojo, marrón y por último azul. Cuando la música dejó de sonar, aplaudimos varias veces con el otro pajarito. Loida se reía de alegría, le gustaba que la aplaudiéramos. Mamá ya no me miraba desde la ventana de la cocina.

-Mirá lo que pasa ahora, Santino...

Ahí fue cuando la magia del polvito de Loida empezó a ocurrir... el pomelo cambió de color, primero era amarillo, después verde, después rojo, después un color que no conozco, después celeste, después blanco, otra vez amarillo, ahora era de muchos colores y ahora azul.

Loida agarró el pomelo azul, lo arrancó de la ramita que lo sostenía a la planta. El pomelo empezó a hacerse cada vez más chico, Loida me lo trajo y me lo puso en la mano, era mas chico que mi mano. Se había convertido en un pomelito. Yo tenía hambre. Mi mamá apareció en la ventana de la cocina. El pomelito se veía rico, me lo lleve a la boca...

-¡SANTINO NOOOOOO!

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