Al otro lado del papel




"Contame, quiero saber de vos" así había empezado la charla, esa vez que nos encontramos en la plaza San Martín. Yo te vi triste y desolada, esperando que se te consuman las horas para ir a ningún lugar. Te querías sentir aislada de todos, buscaste una plaza llena de personas para estar sola. Sabías que tus escasas amistades no suelen encontrarse en lugares así.

Para romper con tus esquemas llegué yo. Te vi cabizbaja, ausente, distante, con ganas de no estar. Para tu mala fortuna te vi, yo que te extrañaba una banda. Compré dos latas de birra en el quiosco de la esquina y me senté al lado tuyo. Te ofrecí una de las latas y ahí recién te diste cuenta de mi presencia. Sonreíste y aceptaste la birra, tu semblante cambió. Volvió esa sonrisa a medias, como siempre, más con las mejillas que mostrando los dientes.

Después de dejarme hablar por un rato, agradeciendo a dios y al diablo por inventar la cerveza, me contaste que terminaste con tu novio, que no estabas sufriendo por la ruptura pero que me aceptabas otra lata. << ¿Unas pintas, no querés?>> te pregunté redoblando la apuesta, esto implicaba que la charla fuese más extensa, que llegue incluso la noche y nos encuentre bebiendo aún. Tardaste en decir que si.

Caminamos por la peatonal algunas cuadras, hasta encontrar una cervecería, que no tenía tu estilo, pero necesitabas un cambio de ambiente y por eso fue que la elegiste. Al ubicarnos en una mesa del interior del local, lo primero que hiciste fue limpiar tus lentes, con una servilleta. Me quedé mudo, mirando tus delineados ojos, el contraste con tu viva piel, quedé fascinado. Era la primera vez, que te veía sin lentes. Era la primera vez, que me enamoraba de vos.

Pronto pedimos dos pintas rojas, brindamos. La música del lugar era muy buena pero no distinguí si era jazz o blues, era por demás tranquila y no había mucha gente dentro. Poco duró esa tranquilidad, nuestras risas estridentes rompían con la monotonía del lugar. Inclusive, desde algunas mesas se volteaban para ver la locura que cargábamos.

En un momento acomodaste una silla a mi lado, me hiciste dejar la birra en la mesa y me comiste la boca. Fue un beso corto, seguido de una risa compartida. Después, seguimos hablando, un rato agarrados de la mano, entrelazando los dedos, otro rato entre besos, entre caricias, entre pausas en las que nos descubríamos la mirada. Hablábamos como novios de toda la vida.

Nuestra relación fue siempre así, desde aquel primer encuentro, en el que nos conocimos en ese bar de rock, nos hablamos con la confianza de dos amigos de la infancia. Y a partir de ahí, siempre fuimos así. Todas las veces que nos veíamos, nos fundíamos en un abrazo, por más que nos hayamos visto el día anterior. Pero esta vez le sumamos algunos besos. La misma confianza, el mismo cariño, con algunas caricias un tanto más íntimas.

En algún momento te sentaste en mi regazo pero pronto te avergonzaste, bajaste y te fuiste al baño.

Cuando volviste pensé que dirías que debíamos irnos, que ya era tarde. Al jueves le llegó la noche y con ella, varios grados menos. Te sentaste, con muecas de frío, te abracé y me dijiste al oído, muy suavemente: <<Gracias por rescatarme de la plaza, no tenía ganas de ver a nadie. Solo quería perderme entre el ruido de la muchedumbre, que nadie me pregunte cómo estoy, porque no tenía respuesta para esa pregunta. Gracias, gracias de todo corazón, necesitaba unas birras, un beso y este abrazo. Gracias por las risas.>> Me abrazaste fuerte y rodaron unas lágrimas, que pude ver cuando me soltaste. Te las secaste cuidando que no se te corriera el delineado que demarcaba tus ojos, que enmarcaban mi vida. Soltaste una risita leve, mostrando los dientes y, antes de besarme, me dijiste: << ¿Qué me mirás así, boludo?>>

3 comentarios:

  1. Las historias de amor, son todas de lo más romántico. Y digo yo, tienen que seguir esas birras entre vosotros. Digo que, mee has dejado con ganas de más. Me ha gustado mucho. ¡La birra tiene que continuaar! saludos!

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  2. Aaaay noo, me identifico jeje, hermosa historia ❤️

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