RaDaMá no es un dios. Es una personalidad trascendental. Está en todos nosotros. Es el alter ego de todas las cosas que se hacen con valor. Él viene de un mundo donde el valor lo coronó Rey, hasta tal punto de que su nombre y su capacidad aparecen como sinónimos.
"¡Que RaDaMá te acompañe!" solían decirse los guerreros antes de sus batallas o los estudiantes a la hora de encarar algún examen adverso.
RaDaMá es una entidad supraterrenal que espera a nuestro llamado para ofrecernos su servicio. RaDaMá está en las grandes proezas y acciones de las personas de este mundo que pidieron su compañía.
RaDaMá es el gran vencedor de las imposibilidades de la razón, entendido esto como el miedo de las posibilidades infinitas de no lograr lo que se propone, de que todo lo que puede salir mal, salga mal.
Es así que en la batalla llamada "Batalla del Sol" los verzales hayan salido victoriosos. Según los textos conservados: "El comandante de las tropas mandó bordar el nombre de RaDaMá, antes de salir de los muros de Verzal hacia la conquista del Reino de Proslal, pero solo cuando se vio vencido en la última batalla, contando solamente con un tercio de su ejercito, hizo flamear la bandera y la victoria fue definitiva."
También se cuenta una anécdota, por los pasillos de la Universidad de Lehimtr, que una muchacha susurró al oído de su amante que pidiera ayuda a RaDaMá para que la defensa de su tesis fuera aprobada por el Máximo Comité Evaluativo, éste desautorizo a la muchacha diciéndole que su capacidad intelectual y sus firmes argumentos le sobrarían para poder ser aprobado.
Pero llegado el momento de ser evaluado, un miedo oscuro se le metió en el cuerpo, comenzó a respirar con dificultad, un calor sofocante sacudió su cuerpo, estrujándolo hacia la deshidratación, huir de ese sitio era lo más acertado para él. Pero entonces, recordó a su amada diciéndole que pida la ayuda de... "RaDaMá, imploro el valor de tu compañía". Cuentan que esas fueron las palabras que pronunció antes de que le otorgaran el máximo puntaje y lo reconocieran como uno de los más elocuentes de su época.
Experiencias como estas fueron sumando a la grandeza de RaDaMá. Los días venideros fueron de poetas y escultores, de arquitectos y políticos, de jóvenes y ancianos que nombrándolo a RaDaMá como el icono supremo del valor ante el sentimiento de que el precipicio los devorara, conseguían una página memorable en su historia.
RaDaMá está en cada persona que lo nombra con esperanza y convicción en la desolación de las peores circunstancias.