Saturad
Se me rompen los oídos, se me traban los dedos. Los ruidos se
incrementan. La gota de agua que resuena en la cocina. Mis pulsaciones retumban
en mis dedos y el café, el café está caliente.
Me tiemblan las sienes, frunzo el ceño.
Pienso en vos y la idea se rompe.
Me castiga tu mirada y tus palabras cortantes, hirientes.
Miras hacia otro lado, me odias. Siento frío y decepción. Tengo
ruido en la nuca y una presión en la espalda.
Hay un cosquilleo frenético en el estómago. Volvés a levantarme
la voz, me tiemblan las cejas, duermo incomodo en tu almohada, estoy llegando
temprano a mi velorio.
Muero con vos, cuando me dedicas los lamentos de las buenas
noches.
Los cuchillos se afilan, enfilan tus palabras hacia él.
Doblas tus blancas caderas sobre mi cuerpo inerte que no entiende
del sudor de tu pecho.
Tomo otro sorbo de café y te despedís en la mañana con un
beso en mi mejilla, fuerte y sentido, con odio.
Te duele mi dolor que te alimenta. Tu seriedad es mi desayuno,
almuerzo y meta.
La piel se me eriza, el agua fría duele en los ojos salados.
El llanto silenciado si te vas y las intermitentes termitas
me recorren cuando llegas con las ideas despeinadas. Dormí junto a vos y una
vez fue el infierno.
No quiero que me enfrentes ni me perdones, sufrís tu lugar de
guillotina desafilada.
Las cuerdas rotas de esa guitarra tienen ganas de seguir
sonando, tantos ritmos alegres de los que fueron epicentro.
Yo espero otro café en el bar, llegaste maldiciendo el tráfico
de mis ojos perdidos.
Revoleamos vinos y ropas en ese sofá, hablamos a gritos en francés.
Nos amamos en idiomas de celos desconocidos. No me perdonas palabras de asado y
fernet.
Elocuencias frustradas de un amor interminable con sabor a
que todo el alcohol se acabó y solo queda el hielo y la soda.
Las ningunas amistades son árbitros de un partido acabado en
el primer tiempo.
No hay rembolso de especias me dijiste degustando pizza y
cerveza, roto estaba el techo y se veían las estrella. Llovía infierno en tus
ojos. Ya mis líneas no eran las de tus cejas.
Traficaban espinas largas en mi plato diario. Quilates de
reproches de la luna llena en tu pestaña. ¡Como duele el silencio de tu mirada!
Quema en las entrañas tus sordos gritos, amen.
Ya no quedan barcos para salir de este muelle y las tinieblas
rozan mi pecho tembloroso. Nadie se anima a terminar de caminar, desangramos
pasos terribles entre las muchedumbres de canciones de locura y mentira. ¿La muerte?
Es muy básica. No alcanzarían universos paralelos, para separar los átomos de
mis errores sin los heridos tuyos.
Amé otra persona que era la misma que estaba en tu lugar sin
tantas piedras en las uñas acariciando mis pulmones. Soy alumno de tus malos
humores en pijama.
Desvestida te vi llorar. Reías y le dabas otro mordiscón a la
manzana envenenada de mi memoria.
La oscuridad que genera el sol en tu clavícula seguirá siendo
el estandarte de esta embarcación rota.
Yo seguiré tus pasos sangrantes hasta que deba donarte mi
suerte.
Hola, Matias!!
ResponderEliminarCreo que el amor tanto puede ser un amaor-odio como el deseo del que se deshace en una noche de deseo o por el contrario, dejándose llevar. ¿A donde se puede llegar? a una noche en la que e vino pueden ocurrir la conversación o la lujuria. A veces, se complica todo. No se si por hablar de más o por dejarse llevar por ese desenfreno. (Es eso lo que quieres expresar¿? intuyo)
Por otra parte, las mujeres somos más del pensamiento, y los hombres de la acción pero también creo que hay de todo en esta vida.
Me ha gustado, está bien logrado, y te he dejado constancia en el casillero.
Espero volver a leerte. Comparto.
Bien amigo la verdad creo q te superaste a ti mismo me gusto la verdad me atrapó y no me costo leerlo y sabes q eso buenísimo jeje como siempre te digo me gusta q estés escribiendo ya q se lo q para vos significa un abrazo seguí para delante
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