Tengo
un amigo en el cielo que suele bajar, me viene a saludar de vez en cuando en
algunos sueños profundos y me dice que es una lástima que la tristeza mía por él,
sea verdadera.
Él
estando allá quiere bajar porque se aburre, pero que los tiempos de la tierra pasan
muy rápido y que no puede recorrer los sueños de todas las personas que quiere
todas nuestras noches, repitió que los días y las noches van muy rápido acá y
que no es el mismo ritmo cuando estas en el más allá, las horas de él pasan
lentas y casi sin sabor. Se levanta temprano, se prepara un mate, ve el
amanecer esplendoroso, espera la visita de familiares que están ahí desde hace
rato y por las noches se acuerda de la tierra, baja y nos visita, él me avisa
casi pidiéndome disculpas que prioriza visitar a sus familiares primero, pero
que no se olvida de los amigos, entiende nuestra tristeza, pero la cuestiona
bastante, aunque se ríe casi a carcajadas.
Cuando
lo veo le pregunto de que se ríe y me contesta que la tristeza hace pesadas las
horas y que la alegría es muy parecida a estar donde él está y que desde allá
se escuchan cuando los nombran con una sonrisa, que son pocas veces y quisiera
que fueran más, él dejó muchas anécdotas graciosas acá y le alegra cuando las
recuerdan, por eso ríe y me explica que allá llegan mas las risas y alegrías
que los rezos y las suplicas por su paz, que la paz no significa nada cuando ya
la tenés obligatoriamente.
-Donde estoy…- dice -…la paz es el aire y el aire no significa nada,
solo lo respiras- vuelve a reír mirándome con complicidad.
-En cambio escuchar las risas y ver las sonrisas de mi
familia es como prender la radio y que estén pasando mi canción favorita, vos
por ejemplo el otro día estabas preparando un mate y te acordaste de un chiste
que yo te había hecho una vez que fuiste a visitarme, bueno, a mí también me
hiciste reír ese día y me alegró profundamente que me recuerdes así- yo estaba deslumbrado por lo que me decía, es verdad que
a veces haciendo cosas del cotidiano vienen a mi memoria pasadas anécdotas de
toda índole, aunque yo esté solo me rio como si estuviese acompañado.
Hoy
otra vez me visita y en el sueño estamos como de costumbre, en su casa, él me da
un abrazo de bienvenida apenas me abre la reja del garaje:
-Pasá, pasá, ¿cómo estás? ¿todo bien? -
asiento y el tiempo pasa más lento, los pasos son como si no estuviese el piso,
avanza delante mí por ese pasillo al costado de la primer casa, hacia la suya.
-Pasá, pasá- insiste, entro y es como siempre, termo y mate en la mesa,
lápices y unas cuantas hojas sueltas al lado de pila ordenada.
- ¿Dibujando? - su respuesta es una sonrisa pícara, como diciendo “¡qué
pregunta eh!” acompañada de una creciente carcajada, se sirve un mate y
haciendo ruido dice que ya está lavado, que me siente que va a preparar otro,
pasa por detrás de esa especie de barra y pone la pava en la cocina.
Yo
tengo ganas de preguntarle por la moto, no la vi en la entrada, pero los
dibujos en la mesa me distraen. Los dibujos se mueven, en una hoja lo veo a él,
en blanco y negro, que está sonriendo contento, está dándole un abrazo fuerte y
sentido a su madre y su padre, el dibujo cobra color y hasta puedo llegar a
sentir ese abrazo.
En
otra hoja, otro dibujo que se mueve, hay bochinche y algarabía, están sus
hermanos y sobrinos dando vueltas por toda la imagen, todos ríen y parecen
festejar algo.
-Ahí está la torta…- tontamente
pregunto -Era en tu cumpleaños ¿no? - hace una pausa, mira la hoja
sonriendo, se sienta tomando la hoja en su mano, se ríe, para nada nostálgico:
-No “era” en mi cumple, “es” en mi cumple-.
-… Estos dibujos no son
recuerdos, amigo mío, esto está ocurriendo a cada momento, lo dibujo y retoco a
cada ratito, es mí alegría verlos sonriendo, sonriendo de verme sonreír. Es la
alegría compartida, es el abrazo que les estoy dando, inclusive en este mismo instante
estoy ahí con todos ellos-.
Me
cuesta entender algunas cosas, pero antes de poder preguntarle, me mira como
diciendo: déjame hablar a mí.
-Te invité a casa para
hablarte de algunas cosas, a vos que sos mi amigo y que estuviste siempre, en
distintas ocasiones de mi vida; no creas que fuiste el único, muchas personas
podrían estar acá en vez de vos. Pero por cierta cercanía y complicidad estas acá- se puso serio y explicativo sin dejar de sonreír.
-Estos dibujos míos se
construyen con sucesos diarios más que con grandes oraciones al cielo. Prestame
atención, acá tengo una gran cantidad de hojas dibujadas una por cada una de las
personas que me quieren y me recuerdan, te mostré solo dos, pero vos sabes que
no son las únicas- se detuvo a mirar
con gran cariño la pila de personas queridas, entre ellas su retoño. Miró con
calma y amor, repasó historias que suceden hoy, me contó que los visita
constantemente, que los ve e intenta darles señales, consejos, aunque sabe que
no debe meterse mucho, les canta canciones, se ríe con ellos, los abraza.
-Amigo, te tengo que decir una cosa. Yo no te voy a visitar
más-
Quedé frío, quieto, no sabía que decir, una
gran angustia me embargó, mis manos temblaron…
-No te voy a volver a visitar en los sueños, creo que ya
no hace falta- intenté con todas
mis fuerzas gritarte ¡no!¡Que de ningún modo! Exigirle que siempre hace falta,
pero no pude decir nada.
-No hace falta y no es que no quiera, pero tengo que
visitar a otras personas, que me necesitan más. Así que te traje hasta acá para
que te des cuenta de que no hace falta que me reses para que yo este con vos,
hace falta simplemente recordar buenos momentos, momentos graciosos, alegres.
De ese modo yo voy a estar ahí riéndome con vos, como antes y como siempre será
en este mismo instante- por más
que no resistía las ganas de discutir con vos, como siempre, entendí lo
que me decías.
-Para ustedes allá, el tiempo pasa lento en la tristeza y
fugaz en la alegría, es distinto que acá. Acá, todo es más lento, nos
despertamos siempre al alba, los días son soleados, reímos si alguien se ríe
recordándonos, desayunamos siempre lo mismo: nuestro desayuno favorito.
Almorzamos nuestro almuerzo favorito y nos visitamos entre los que estamos acá,
recordando a nuestros familiares y amigos, chusmeamos en otra palabra. Así
pasamos los días- Me sirvió un mate y
continuó:
-Somos conscientes de dónde estamos, sin ninguna duda,
pero nos cuesta mucho poder acompañar a los que nos recuerdan con lágrimas en
los ojos. Acá no hay muchas reglas, pero se nos dificulta acompañar el
sufrimiento, tal parece ser que el sufrimiento es una cosa puramente terrenal.
Del mismo modo el enojo es una acción que solo allá ocurre. Por eso amigo mío,
es mi deber en esta despedida diferenciarte esas cosas…-
-…Sé que te gusta escribir tanto como a mí me gusta
dibujar, quiero decirte que leí lo que me escribiste, algunas cosas me gustaron
más que otras debo decirte- reía y yo
no sabía dónde meterme, eras de los pocos con los que podía compartir este
gusto que tengo por escribir, porque nunca me juzgaste o me cuestionaste,
tampoco me exigiste…
-No puedo aconsejarte demasiado, porque no sé mucho del
tema, pero si quería decirte que le metas para adelante y escribas cada palabra
con el corazón, las cuales son las más lindas que se pueden escribir-
En
todo momento quiero llorar, pero río.
-Gracias por dedicarme palabras de esa índole, las leí,
como leo todo lo que me escriben desde allá. Pero… más quiero la alegría que
las palabras. Me hacen sentir que estoy junto a ustedes-
Mateábamos
como siempre, sin relojes. Agarraste una hoja y empezaste a dibujar en ella.
-Y ahora te dibujo escribiendo esto, mientras te alcanzo
un mate- reía mientras dibujaba
muy concentrado, los dibujos se movían, tomaban mate y se reían.